pero tú… ¿exactamente qué es lo que haces?
Cuando me preguntan a qué me dedico exactamente, muchas veces me quedo en blanco y en mi cabeza se aparece Bert, el maravilloso personaje de Dick Van Dyke en Mary Poppins, en la escena incial, cuando siente la llegada de Mary gracias al cambio repentino de la dirección del viento. “Viento del este y niebla gris, anuncia que viene lo que ha de venir”

Se me da regular lo de contestar directamente esta pregunta, lo reconozco.
¿Que qué hago? Pues mira, en el último mes he sido retratista, acuarelista, diseñadora de estampados, patronista, diseñadora, arquitecta de interiores, gestora de marca, copywriter, cable a tierra y diseñadora de branding. Así, que se me ocurran ahora mismo. Seguro que algo se me queda en el tintero: marzo está siendo un mes de traca.
A cualquier otra persona le parecería una locura. Incluso angustioso. Pero a mí me va la marcha. Necesito poder diversificar mi día a día. Tener dónde elegir. Eso implica que muchas veces se me ha dicho que no me concentro. Que soy un desastre. Que tener muchos frentes abiertos no está bien. Pero es la única manera en la que soy capaz de funcionar a plena capacidad. Y me ha costado muchos años no sólo identificarlo, sino asumirlo como un punto a mi favor.
Pero no era eso lo que venía a contaros. Venía a explicar a qué me dedico.
Siendo sincera, creo que lo más lógico sería decir que soy mujer orquesta. Como Bert en el parque al inicio de Mary Poppins. (También valdría malabarista, pero si has pasado conmigo el tiempo suficiente, sabes que el equilibrio no es lo mío.) La única diferencia real que veo entre mí y Bert es que él se jactaba de que la suerte le iba detrás y yo tengo la sensación de que me paso la vida persiguiéndola. Porque la suerte, en mi mundo, no existe. Se trabaja.

El caso, que me desvío.
Soy muchas cosas, todas las que se me ocurran y estén en mi mano. Pero sobretodo, soy una aprendiz ávida. Cada cosa nueva que se cruza en mi camino y llama mi atención se convierte en algo sobre lo que estudiar. Ya, en el instituto era una empollona de categoría y no se me ha pasado. Supongo que eso es para siempre.
Puede que parezca que intentar abarcar tanto me limita. Pero he llegado a la conclusión de que es mi mecanismo de defensa para bajar el ritmo. Para no ir como un hámster en una rueda. O como un borrico detrás de su zanahoria. Es mi sistema natural para disfrutar del camino. Que tú dirás: “qué tontería”. Pero no. Ya he vivido focalizada en una única cosa, y me muero de la pena. No le veo necesidad, la verdad.
Total, que sigo sin contestar. Porque no puedo. Ni quiero, la verdad.
Así que si alguna vez me preguntan, pienso decir que soy mujer orquesta. Me gusta cómo suena (el chiste no estaba previsto, lo he pensado releyendo esto por tercera vez) y es divertido. Que acabo de cumplir 38 y he convertido lo de disfrutar trabajando en mi nuevo leit motiv.
En las próximas semanas, creo que podré ir desvelando más cosas de las que están por venir. De momento, esta mañana me han llegado muestras de tela con mis estampados. Una lagrimilla se me ha escapado, no voy a mentir. Seguiremos informando.

Si me espero a poder hacer las fotos sin gotelé, no publico una foto jamás…