Si me conoces sabrás (y si estás en ello, te lo cuento) que gestiono bastante mis estados de ánimo y mantras vitales con letras de canciones. Es algo que no busco, sólo pasa. Me levanto una mañana y una frase de una canción resuena más que otra. Se repite, como un mantra. Porque define justo ese estado de ánimo en ese momento exacto.
Casi siempre son canciones que escucho mucho, pero no siempre: justo antes de irme hablaba de “Paraísos perdidos” de Iván Ferreiro y cómo me estaba acompañando a revisitar monstruos del pasado. Antes de eso, también comenté que soy mujer orquesta y en mi cabeza sólo sonaba la canción de Bert.
Y esto es sólo desde que escribo estas cartas, pero ni es nuevo ni me pilla de sorpresa
Pero también pasó cuando estaba más perdida que un pulpo en un garaje haciendo el Proyecto Fin de Carrera y los días buenos eran días de Mr. Brightside y los malos me hundía en el barro a ritmo de Youth.
Y ahora mismo mi banda sonora interna está exactamente igual que yo: aterrizando.
Hace unas semanas que volví de viaje. De “el viaje”. Y desde entonces no dejo de pensar en “Mismo sitio, distinto lugar” de Vetusta Morla. Me está costando volver,encontrarme y seguir como si nada hubiera pasado después del viaje.
Siento que han cambiado muchísimas cosas, que he hecho infinitas cosas. Pero no he contado nada. Porque no he asimilado nada.
He tomado decisiones extrañísimas para la Irene de febrero, pero vitales para la de mayo-junio. Hablar, decir, hacer y desahacer. A ritmo de tristeliz.
Y ni siquiera me ha dado tiempo a analizarlo

Me está costando volver también a escribir estas cartas, porque no se si estaré de nuevo a la altura

Nos leemos pronto. Gracias por seguir al otro lado.